Caddhripulinu

El culto de cada suponer, las manchas de risas y la lepótica biperina en los flandes, en la noche de esoterismo que malpica en las rebotadas muestras de conspiración estética como rebelión del seguro, de los peces y las comargas que imploran el ayes de gemidos del rostro pegados en el tropiezo de lo intangible, del duérmete solo, como un cotidiano infinito en todo lo grabado en el pasto, en las aromas de nochebuena y de celebración en el inmenso insomnio de quehaceres y hazañas amortiguadas por los ánimos del público en esencia, como en cada historia regalada, como incomparables ratos borrosos con el tiempo incrédulo de novelas y nocivas fiestas de atracones y horas y ganas de ganar ya la muñeca definitiva que haga hablar a los caos, a los cargos del último catfish entre bambalinas y misteriosas magmas y estrofas en lluvia, en aquellos, dispuestos a perturbar la calma, vivida en yudio como la inmensa y también necesaria vocación amortajada para ganar otro por último brotando en tiempos de autoentrevistas y cafés que no escriben en la recámara fragmentos del nido bajo de baseball adicto al delirio, al vuelo en huellas sin deudas y emprendedurías para profanar los músculos iguales en motivos y siluetas para repintar las tíbias pasiones del destrozo que arrasa el amén de las noches, del cóquio, del pedo, del pus de letras y sensaciones de succión construyendo arrogantes imperfectos que parecen demasiado perfectos para diluir los amargos deseos de la família feliz que no se concentra en hacer la pareja perfecta del dominó, o del rusco de mércier, de los mariscales fragmentarios que forman primeras partidas de ausencias y trechos sin la perfección a flor de cuaderno y tablón en dirección al parapeto de zapatos y rodillas de cartera improperia, inocua, inocente a causa del borrón que comerá por la cara en plena filología que retumba casi entre caminos y chaquetas y canciones imposibles para el alabastro y las partidas de misas y balances de choques exigidas por el indoblegable sin índole de ocho vidas superficiales sin rasero ni ridículo resaqueo que piensa en la plaza fija del jadeo, del orgasmo doctoral, de lenguas maternas que desayunan en vajilla de plata.