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Chinchinmogamaga

Procaz prozac y mógamas y retrancas que parapetean en lunetas sin nácar de quitrín, de quilopse brocado, un újier del antepalco con el aderezo de guayaba durante el redezo de la obrapía del cristal de inmiscuir la fachada de bragados frente al catre de la turbiedad que amaga cada marabú pétreo con dos hormonas de cetros, o de inconductas de incomunicación llena de pacharán después del final disueltoque compara la ocasión con las opciones fallidas, con las felinas de ojos acristalados, la última, la murtra de abijos y picores de invierno, todos en el primer café, en la estrecha e intensa proyección del mismo logaritmo sin el odio de las matemáticas y los números solos que descubren palabras y ritmos y horas muertas entre escollos y menos asistencias para lidiar y optar en constar con la borrosa que lejos nunca se entiende como la condena antinatural, la cruz resbaladiza del brindis con redacción a la reacción del ídolo femenino roto en el hoyo del olvido de cada axonométrica como  imán para la seguiente distancia descabezada en individuales pozos de poso aunque caiga la noradrenalina o el coeruleus de los bacilariófitos que no conectan con las miradas de neutralidad sencillamente por definir las córneas del caplan de don draper montevideano que experimenta las posologías que tampoco esperan el juego de las cartas blancas, las torcidas que retocan los labiales rojos del máster de video que reside en las escamañas del contenido del otro lado del antelado que ni había llorado por las milongas de corridas que hechan las motos del chichín, del adilo sorprendido por más imágenes que se unen a las del avión y se fusionan con el restaurante y la erótica metre que sedujo la ganancia de una sortija inventada por tantas palabras colgadas para no decir la posesión de la asomada magia que habitaba en aquella ilusión que no se fundó con la menta de la caña fija y casi niña en suspensión del número de casos del pseudopsicópata deslavado con la pulsión de suciedad permanente con el milagro de asomarse a la locura del cielo con viento y milagros documentando el sí, el cada viaje, el cada polvo con la media naranja parida por el estilo de enamorar los cuentos de hadas y las vaginas que salen para afuera y las vejigas y las barreras mentales que no pueden abrir las ráfagas de pasión cierta, de baisers volés, de incontinencia calada por el bucle.     

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