Me vienen, los seis o siete años de escondite, de jugo, de fiebre y vasectomías y regocijo gelatinoso de la misma placenta que los escondites del sentido, del pensar en remates y remontadas como la parte que separa para asegurar otra vez el reto fuerte, las gracias agresivas del último acto locomotor, de la catástrofe que rige el raso comienzo de la timba del tácito de lares y el color del cerrar para siempre algo ofertado que recorrió las bocas y los cuencos de esquinas y cuernos de argilata, sinó la conciencia de otra mente, de cualquier raza sin tabúes del tipo no hay chocolate en la nevera o cualquier otra diferencia de olfato que no hace justicia a la conciencia final, de la paz tan seca como el bajón que juega con el chau definitivo que no ha demorado otra demacrada solicitud de fiesta, reunión, despedida, ceremonia, trozos y cráneos de colágeno y cera pernía con episodios que empiezan a delirar, a romper con las retenciones intestinales, las exquisiteces hambrientas de hembras sin peligro ni líneas de demarcación, de más convulsiones para el pensamiento con un útero de cordero transplantado en la otra parte de la penetración de bulbos absurdos y colchonetas de nitrógeno líquido para creer y crear el próximo crecimiento del púnico averiado, del normal dolor de entraña, de recreo en el filo del paraíso que pasa y se vuelve a sentar para quejarse de la pésima vasectomía sin piel ni los esfuerzos de quitar esquinas y espinas del áspero orgasmo que no curará la relación monstruosa con el descontrol interior que vuelve a tomar medidas íntegras para salir aireado del bajo momento de forma, o de los cuatro tiempos que vendrán para joder al episcopal con las sensaciones de las más grandes opciones de volver a dividir el éxito con relentimientos y dados de diademas y cigarrillos de cowboys mal encendidos y menos regadas que la menor de las aspiraciones, la de ojos amarillentos y tez vidriosa como la siguiente polaroid que besará la mansión en dos días con las resbaladizas acostadas que desaparecerán con las responsables decisiones de reponer la tiranía de otro tipo de motor de los cortadores de temporada que queman las más ansiosas víctimas de chocolate.
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