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Thetetlens

Thetel, nus, el burdo y presentes por accidente o recambio al medio del infinito como desviada divinidad hacia el orto aparentemente, que no lleva a lo materialista, a la luz de la frustración sin atracción en un paraíso que sacude el destino, los cuartos muertos, las piezas del puzzle de corrientes giratorias que no hallan la opulencia subvencionada por cada techo de cada para, de alguna fórmula para cada otra cotidiana, y a intentar concluir con la prisa para cuando llueva y las migajas de uno se pasean por los porqués, por las idiotas notas del tetenal de barrio malgastado y estrangulado por el recorrido del sustancial que pesa y se remete en la expulsión del decrecimiento, del olor a realmente extravíos o a nada ante el insumiso perfectamente disfrazado de cicatriz cargada de ridículos y propias inexistencias para experimentar desde otro aunque invocado por la copla de cianuro que suena a azafata dadaísta esperando la tirada con la mano del juego, de la lectora deshuesada, encerrada en la urna de pieles y días de dirigentes, de pocas idiotas que fingen en un valor que recae en el érase de los ojos en la orilla celeste que protegen la fuga de constancias dedicadas a confundir la sensación de un cuadro recién pintado o mera liquidez que presume de estafar al preceder del pero como, o de la cuántica que estrecha cardenales y titones y titanes y teteras del papel de un futuro ginecólogo como un usuario más del consumismo salvaje que parece un arte que empieza en el idioma del perpetuo soltero por obligación sin hijos ni para utilizar el último tampax de cada antítesis de gritos escogidos por cada estridencia del dueño que viene a la memoria de momentos inolvidables del plano tridimensional con los ingredientes y como ave de amor, que declara cada atisbo del amar, a colorín colorado, y todo el final del consecuente como el elevado corazón de un trovador de cara a la idolatrada galería de aspiraciones con todos los designios de mañana tarde y noche venerando el sé pas, las caras cansadas del progreso en toda nochebuena inocente como moscosa y vigilante como parte de ayer entre cohetes y calladas constantes para recordar antiguos usos de bálsamo de dar la comprensión de la seriedad primorosamente interminable.    

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