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Izsátemas

Destornillada ceguera, o culpable de las ganas de dormir plantando al abrazo verdadero que recula y pulsa predecir con lo poco que cambia el dolor o las veces abrazadas a los consejeros o gotas de saurón que apoyan los hogares de teso trepado comiendo el ejercer de camándula y enfasis de tracón y fila de acéticos de mil vóticos recogiendo el recuerdo del disparo hacia el purgatorio que habla del otro yo, de dejar el cortísimo viaje, casi ínfimo, como olvidada apuesta de cartas de oxitocina y lados de caperucitos en tormenta indefensa del mismo caer desorientado hacia los tornillos de excemas e insulina para la cuántica depredadora de la otra muerte, o de la preginta interrogada con más disimulados vizcos que los poetas repetitivos que ciñen estrofas de adviento y las convierten en copos de aguarrás, de tíos, de truenos y más copos y más aguarrás de la de tigre y olores y trémulos deseos que se contradicen para abaratar el pésame de cada marsupial en forma de guerreo casi centenario con otra alma de voces de pez que se debilitan como más runa de la habitual del desforestado abril con restos potentes de marzo y diciembre y lúgubres palabras de bienhallada coincidencia de campanas que despiden la mueca y buscan otro aprendizaje para la nueva biosfera vertical hallada en el mapa de pesca satelital con córneas y pañuelos de satélites procesados desde el área de gestión que implementa lo abierto, primera escuela de parto también desafiando la similar como etapa de pañales y pedetes color verde grisáceo a lo experiencia de experimentos y succiones con el invalorable presupuesto de acuerdos y alumnos y alguna que otra aterciopelada roja, sin muss ni otro tipo de juego de arlequín cansado de visualizaciones incorrectas de casi cada ansia perecedera, o de otro relámpago bombón en forma de ángel con el envoltorio de lujo y sin apenas presentación de novia recolocada para reintentar atar el éxito fallido de cada repetitivo campamento que agota esperanzas de llamar al río para que ponga el culo para jugar a perros y gatos y esfínteres gástricos y más perdones que en la obligación de jurar el común denominador, siempre en la época que vuelve con distinto cuerpo de pornstar enojada con su fiebre de olor a restaurante y a cava y a cadenas de encargados que se van turnando para copiar la leída aproximación al olvido de tirajes.  

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