Mechón de alcohol, lapsus, o el contraluz de sexo que entra por la cocinilla del cuerpo irrelevante de cualquier adorable aroma a testosterona percatando el affair con las experiencias que batallan por comer luz en quince segundos en una cama con grillos y los porqués que cuestan excitar la auténtica palabra dulce hacia la desconocida sartén de pisco y soda temblando para decidir la mujer débil, la hijastra que decide el cerebro del escéptico pagano de ternos y multitiendas de extrangerismos vacíos de aire ñoño y calles teñidas de ímpetu, de cotorras y capacidades para fornicar con los delirios y dientes dentro de aquella alberca de espelta adolescente con perfectas flotes talladas a la madera del puño, de los estaños superficiales de melancolía y espadas futuristas para cortar jazmín y volver al tiempo de las extrañas trenzas de vacuola y cromosomas interminables de hilo o sudor como vencedores irónicos que sentencian el fecundo temor de zumos samaritados y ajustada ropa para el primer beso con diecinueve, con niñeras alentadas de vencer la invasión coleccionista de colegio insertado al pulido pulsar de la intuición como encuentro, como bolo y agallas de almas con ideales y múltiples vidas sin pétalos de juego invitando a las siete llaves del dicho, obligado al polen del cactus como tejas de queja en distintas maicenas lindas con colorín de llavero, y rubio y tacaño girasol a partir del roce de minini y arreglos hechos como juegos de dominó y cansancio para cocinar otra nefertiti, otra diosa del andar sin miedo ni humillado poder de romper cada regalo que se calienta con lo concreto y sincero que cuesta tanto recuperar como olvidar el aseo de las plantas y su maternidad que coopera con la procreación como carrera sincera que separa la india de la distracción del débil egocéntrico que no cumple con la razón y habla cada dos por tres con el diazepan plutocrático después de tantas sonrisas y vidas y regalos de sensaciones de luz y puntos de partida y versos y tangos de fuera de otros ojos juntos pegados al celo de alergar otro acuerdo natural para el anacrónico nacrosado en trombas de participaciones sin conexiones tóxicas con un cerebro femenino pegado a la eterna duda completa amando al intento de brindis que no representa al estilo de sopa casi sin corazón cansado de intentar conquistar la nada.
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