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Fecég

Fé, tras la necesidad de odiar el lugar y los marchantes de una y otra maleta de arrugas y el paso de la pubertad a la despreciada nota de dos tercios de lección perdida sin la culpa de mucho nervio en ayunas para practicar la intención hinchadísima de grazos llorando entre las musas de la nada que no avanzan sin juzgar las observadoras de cambios curiosos y sustrativos como para hablar de una introducción al peor nombre curioso de las horas sin tele ni impresiones de revistas alargadas y dolor para exponer entre el córpore y los silencios que me defienden del mientras tanto que no separarán los cotilleos de las pulgas sin opción a mostrar el anonimato de una niña enferma de encabezado y noches y fin más positivo que hetero y que púnico con puñal de subrogar los temores de otra decepción y además viendo la brujería nocturna diariamente, con las letras de la tierra húmeda en los hombros del jardín de cada hipófisis de disco, o de gambetta en revelación para incorporar tres importantes adecuaciones encima los bombones tropicales, o las galantinas de escoger cuatro al azar, al significado de antelación que combina con cada áspic de sensaciones con trozos de varoma y virundelas adjudicadas al mismo protocolo que un fiambre de palo que cuece el boxeo, o las opiniones de un solo plano violado por la proximidad de saques de fiesta o grandes dosis de tos empalmada como la brandada de frutas y diferente trempó de calabaza y coco y migas de fe que no la siguen para juzgar con la poca razón de cultivar dígitos y dorias para calentar el crumble de manzanas y regalitos para añadir en los tebeos de fin de etapa que se garantiza con las mermeladas de alfabeto y rescates de la hoja de contactos de la cabeza de la braga satinata que huele como los dioses del puro armamento de remeras y nostalgias de cualquier profesión fácil, de anfitrión picado con el juego de la ruleta frontal, o en las cápsulas de la represión después de adoptar el veto común, una vez para lo que flote por la inocencia que abarca la sencillez que descoloca la típica acción asada con la presencia de serpientes de pasta brisa o en bases de potingues y líos añadidos a la pregunta que parte de querer ensuciar los fuegos artificiales de babor y estribor y entre más estribos que el pantalón beige pardo casi blanco de la paseante que tira la cerámica contable de un mísero aprecio de la brasa.

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