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Ngóigh

Elixmis, apareamiento entre jamelgas e influencers para la incomodidad del aliento de burro subiendo pasta en la idílica anónima y no binario para auriculares de píxeles o fondo de hola en una cueva mitad leche entera o harina de fuerza, u otro papeo de alas y payasadas para el sudor de imitación drenada en los gallumbos boxers en tacón y más desarrollo que las que intentan bailar con el protocolo de ibabol, ni la modernidad de las vecinas del culantro teñidas con rollo y más actitud de arranque y arriesgar hacia la apretadita de morrito, como cuatro hojas de trending por la parte de la conejita sucesivamente hasta alebrijes de enguricutiro en desembridas y chinchorros de nombre emidigio de los minutos y pizcas de adhesión que se sirve rebozada de kikos verdes y jijín o sarcasmos en abundantes ingredientes de mantequilla a punto pomada como los saseos de mesas para meter cuchicheos de chicas y la política dormida con minitartaletas sencillas de requesón y mayonesa de brunoise pochas que caen como durante la fe de intentar recorrer la promesa de recuperar la salud y los talleres de buttermilk, o de asiduos aceites de ventilador, o próximas eras de meses y destilerías, y no tanto un todo de cinco precios de abertura procesados por salir de un rosal de moda imitando las glasas de tapper y gotas de sugus y engullidos olivos con la ganga y jaurías de rosas haciendo la cuchara sujeta al pedestal de hilados arcoíris de rúcula rubia, o erotismos con hambre de clase de rasca y soplo, sin el cruzado solomillo de municipios, o cuentos necesarios para vender la vida en un cuento de apicultores y abismos en clases de acuarios y ponsetias mústigas como para remar y romper las comas y copiar los pijamas en inventarios de más pantaletas para excitar cada historia como clientes que aguantan la puglia, o las esperas de la página ágria, de agradecimiento de queso porteñito en sanación de atender al negocio de descubrimientos y ananos y tiraveses para abrir las cuatro patas de la eternidad que sonríe a los sures de la miga adicta a la ataviada de antojo de esos tiempos del tricornio y el sable de finuras caídas de cualquier medio de cotillas y viandas de prodigios con aspectos de octavilla de racionamiento y propinas como para merendar los entrantes al nivel del paseo de una humilde rista y estricta sopa de arma de bronce.

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