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Ansvokon

Progesterona, casi sin nadie de administradoras de mal éramos según aquellas platas que fornicaban entre bestias mitológicas mirando la histeria y la pregunta de uñas rojas calladas mirando cada delicadeza y cuidando la definitiva de lo imposible u otra biografía como dogma de fe en los bolsillos del estigma, como parte del decorado que agota la relantización del relato que desprende la ansiedad de la canción de cuna de ranitas y trocitos de plátano y muesli lleno de bucles de batalla en contra la dulce bomba que mata la pulga, o el pus de otro pozo que pasa por todos los nengres de cachos con cola sobre el taronjil, entre beber un sueño de nana, o de mecer peines de amor y de aquél tiempo que no respirará boca abajo, con los lados del triángulo, o de las baldosas de bolsa, o de algún roto estañique de azucarada y frutal para bastar de retener como un serafín del timón, o de paseos de velaciones sin vida de osofete conectando con unas letras de arcángel y ánskovon enamorado siempre del antes y nunca de la testosterona retroperitoneal ahogada por cualquier dejadez para ser despedido de la juerga de los cuatro zapatos y un relevo de carniceros y pedos y más mañanas de choroil y deseos de más culos para tocar, sin reclamar las óptimas voluntades referidas a astros o a pajaritos relacionados con frenetismos de vértigo ni la trocaza relacionada con campanitas de rama madre, o crema de cartón, ni tanta broma de velocidad en el alero de diente con vegetales y trayectos de leche desparramada por todos los planos sin tipos de planes para vestir el terciopelo con heno y coaliciones como condición del único nivel medio de cuchitos y alitas de peronés como catenas que tocan las canas con otra verdadera luna de presa, con un narigón de adorno del asco literal, sin especies de rincón de empleados y palmos de aburrimiento involucrado en un definitivo puente de narraciones y acupunturas de versus y ánsvokon de papel y gestión inteligente menos individual que aquella colección de criadores de verdades y calificaciones sucias, o como borrachas de ojile y quimbas sin la miserable huída de responsabilidades boludas.  

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