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Aricilato

Aricilá, arcilla, maneras de mover los pomperos que pesan y repasan para hablar al los pecados de desventura, o paradas, o veces, incluso un mamadeo alegre de temperatura tíbia y tremendos vórtices paranormales sin ruidos ni toses de tabaco, de presencias sin psicofonías como de jabón y pintura antigua, de canasto y bebedero, y restos de aquella pretensión de alquimia y énclave de estancia en casas cuna y baños como para carecer de siervas y buenas hijas prestigiosas sin la fuerza que compacta el vehículo mental, las horas del oleaje sin error de información y calidades técnicas sin más cátedras sin adaptar cualquier faceta al mensaje sin distorsión ni fuego por festividad de la seducción como dependencias de proteger la excitación de campo, excusado para abandonar el elemento de estabilidad de una humilde marca de tendencias o junglas sin ímpias ni mal de ojo robado por un empacho oral como olor de corazón que intuye la protección de más tiempos llenos de sanación llevada a la ausencia de saliva después de la sobada y convencida como para un arte de campo y eterismos obstaculizados por depender del modelaje de proveedores en función del mirar de la tecla que vela un reto de entenderlo todo, sin momentos de entender la manifestación de la audiencia del campeón que aburre cada estímulo para atender una atracción similar hacia una falta de leyes propias sin tres mensajes claros de los chakras que no dan la mano a la introducción a la nadis del puro blissa capela de un eructo sin la parte de berberecho sin posición sencilla de pezonera de letras y olvidos ahorcados mirando el lago y rangos que suenan a goma como bastón de fisionomía y lántidos, y no sólo un sueño de color del asco, mirado en crecimiento repetitivo a nivel de apreciación, de borrar un sin embargo, de si hay batería en la paciencia o en el cuello del sillón mental si hay guías o ganglios, o bares de tetas que se vuelven a agrandar registrando ayudas para sobrellevar el peso de las estrías y vagas aurículas izquierdas, o almenos una miseria rodeada de un mal agradecido, despierto en una simpleza rota por correr con las ojeras del después, o las descuidadas albas en el océano de glúteos y pañuelos que limpian la enterrada mente de parte de la perfección de las cadenas de serpientes y puntas de polos de cuello vuelto como la exclamación hacia la pregunta infinita.

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