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Último martika

Último escribir, para el rato, para el paje, para la parada de bebés que recuerda a caponata en el último día de Marzo cuando la picota avance llena de insistir con los pensamientos del bosco con alas etiquetadas por el espectador de vestigios y fulgores detrás de la saeta, o el reojo, o la carcajada, o de ambos embravecidos para destripar el aura y la hora que retira el desdice para fundir, para que sea el último martika, el último de la ley que teje ajena al luchar en dirección contraria, a la resistencia de la mira que no prefiere el espacio que me arrolla para digerir el desazón que aún ignora la partida larga, la chamba, el chango que tendrá de mañanas torturándole arrodillado y pidiéndole ese raro pensar de índole medio afeminada, medio encarnada al descanso, a la luz de los pececitos y cuervos que nadan con la grosella, con el jarabe de caracol y el intento de cerrarse cruzando el polvo desde cualquier librería de terciopelo y reflujos y el halo del cálido que recuerda el fin de todo, el del recuerdo, el del muro, el de la retórica en rumbo al ya fué y se perderá en el perenne refugio de figuras, de selecciones, de penas cambiadas por martikas y nuevos sueños con nostalgias que se instalan para tener sexo con nuevos puertos y piglas y petiscos para fados y mourarías para conocer las vocés y veces sin sabor ni friúras constantes, y apagadas palabras que ya no chisporrotean el último agónico trago de imágenes de fagocitos pintando el silva emprendedor de los objetivos que se quedan marchitando y pudriendo poco a poco al inacabado cruel, al valle solitario con una estrella de sheriff destruida por el falso destino, por la separación de bienes y oro y mirra, la única obligada a autodestruirse con el morbo de los últimos párrafos de grúas y respuestas a cuadro con las claves del mercado de mujeres y emperadores que mueren sin llorar, sin el éxtasis de la gestión en mil museos y salas y sin otras presencias de seda dorada en el rumor de quién será la nueva musa, u elegante fiera de clítoris pueril por cada saudade de olor a vía láctea, a chimenea, a resbalina del próximo testigo de las curvas y las hiedras.

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