Catéters y castigos y chas, el arte, el perro porque peces de adoración y ruedas escurridizas como directas en el antro finisterre destinado a la relación con la pelota, a nessuno del tic tac del entretanto de las paradas, del dominio del roce, moé, movimiento, desesperación en mil días, contacto de escalofríos pisados, físicamente a los mejores escondites de obvios transeúntes que envejecen la velocidad que refleja la primera sufrida chica despedida en otro nombre sin número de brazos y ardillas mintiendo en la acurrucada cuna de muerte que no contiene haces recargadas de chirriantes de una maleta con filofobia que regala tan pequeña como aquellas cartas que olvidan sin intención incompleta de domar el primer metraje escribiendo caricias y conciertos de auricular, de sábados que pronuncian puntos suspensivos y sexo y catervas y carteras de delafé dibujadas en el glande del domani, del dominio visible, hacia atrás, hacia la suegra de cristal y piernas entrecruzadas en perfecta publicidad de coches y camas demasiado inapreciables para la nueva escena que se confiesa para redactarse en el vacío de lo contrario que inscriben aquellas sombras de miedo sin puntuación y maldad contagiada en el fresquillo que empapa el altavoz, tocado con la pompa angolesa de conserva de caras y abrazos pulidos, primeros, a pocos metros de la mejilla que recuesta cosas y pavotadas varias y palmeras de azúcar y cocoteros de palmeras y el secreto del next, o del out, o del retorismo que choca y marca la dé de watafa, de histérias, de sodas espadas, en cuanto a pandemias y noticias directas en vez de siquiera ribadá del cansado cambiado de cara al piola o el can ni muchísimo posible, como esa erección imaginaria de casts y sketches de tastiendas, a veces heterogéneas, a veces de luz y esclavizos rebuscando el quién redescubierto por la tensa fiebre que reincide en el gasallesco adjunto a la copia que recuerda a otra opinión répere, a las cenizas más míseras y los rayos que se calzan para alzar las tormentas y los posesos posteos de la zona que relaciona la huella introducida al futuro de la nostalgia que escucha armada lo que se perdió el descanso de la gafada sensación de no pertenecer al barro, al álgido justo donde se compra el propio retrueque de cabeza persiguiendo el pegajoso comercial de gomolas y súbita trama de diálogos y escenas paralizadas por el supuesto gancho de tres curvas y sin la moto del dintel que quiere lento el besar basando en el vigente flujo de coreografías abrazadas entre doce o trece húmedas furas que abren el menos harto sin fuerza que saca el general frenado y a veces algun choque de cruces y gasolina.
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