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Gilbrakold

Tantos tengos de algunas veces, de medio tentador en más cabellos en una especie de quietud que fornica con la dueña del club nocturno, con la ginebra en la sangre del títere irreal, en el mismo abismo del cariño que ruega juego justo en los límites de las paradas de la cordura, del después que amaga en una tontería lo anterior del tríptico sexual, con leche chocolatada en inglés y montoncitos de morbo interior, de atípicas de parte del fundido negocio de hambre traspasado hasta la responsabilidad de oler algo con deseo, como grifos representantes de timbrar la generosa moral del servicio público que parece ese prólogo releido una y otra vez del miedo mirado con ojos de robar y morder el legado de preferir hormas de anos y saliva de caviar, de pegamento, de mal interés en el fondo de las guerras de la prensa y las cuevas y la sangre erecta de una esencia que señala la textura de la penetración del hombro creciente que tormenta con los ciento veinte acaramelados recuerdos de la madre naturaleza que suena al huyendo en el próximo interés para sanar el estilo del autocastigo emocional que doma el cansado cerebelo de papel de plata y deudas de teléfonos de vestir para no querer algo que fijaría la pija libre y los pilares de las notas del rencor que influyen en todoel cuadro de síntomas en la tubería alocada y deprimida por la agradecida a saber neurona que queda en el tutelar de dentro, siempre de verde, con los perales del abuelo paterno, de la historia de argentina y de Evita Perón haciendo moldes para criar pascuas del ritmo del tejido de la araña que apena la lápida sin epitafio, sin propios cojeos del lado de otro jego de causa-efecto que suele abducir al buscarla entre lágrimas y las horas que faltan para la próxima defunción incontrolada por el joven become del resbaladizo abandono progresivo de las fuerzas que no alivian el nuevo jóker de la inmovilidad sin hablar ni desplomar la moviola, las veces santas de actividad al entrar con el utopiarse, con la pesadez de prevenir más de lo mismo, más del poluleo y las rastas deluidas en el puré instantáneo al compás del sin querer débil por esta noche cambiante de la herida incapaz de soltar la mano del mal.

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