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Jearbeur

Jear, jaré, jarbout, jarbour, jardín de veces, de espaldas, fachadas de bandíos medio en contra de ningún grueso de gente por escrito, indescifrando las pulgas y hongos del calvario procedente de los fines prácticos y demoras de ahora mismo, parodias del sin embargo totalmente probadas en niñeras y filisbertas y caso higiénico con pañuelito y desacatos transferibles y tiranías de dos puntos y tres adjetivos calificativos hasta la tiranía que concluye en espera eterna, en lágrima de la tanguera como destacando los despojos del desconocimiento, quizás para destacar con los pies, o con la introspección subcutánea del frasco que se denota con las noches de otras capas, de últimas ideas que no transcurren por la neurona hasta llegar al egoísmo de siempre que redacta la cara, la mañana guionizada por otro flashback que canta, y otro, y otro, y el retortijón que se sigue, que se cansa de las canastas y el paréntesis del pasado, ceñido en dos, sin puntos, sin separación de ojos, de ciclos, de cerraduras nunca de hoy como escoger la overdose sin apreciar el encanto por lo que es y se tira de la gana al vapor, a la florilla de la fuerza temporal que nunca habla de espacios definidos menospreciando la virundela de mantecol, de dos sobres de instantáneos tiempos que cuentan con el más aún, después del dos, de la temporalidad enmarcada por la espaciada opinión de entender el volumen local mejor sin el acento, sin la práctica de dos piezas que se dilatan por el medio del cielo parecer, bajo, mejor, las tantas que apagan y encienden el deseo con una sola lucecita joja que parpadea como otra peculiar pregunta de cera que abandona otra vez la deterioración del corpus hasta la yén gafada por la ruda cara de series en menos contraste que los flujos y tampocos cerrando caras y la única gastronomía real que ilusiona a la vista de diez de aguentas, de unguentos y nichos de vivos parajes y piezas y cartas en hiragana y pizzas de mantecol y opitramas cuando se dejan revelando los ganglios del mundo en crudo, en pequeñas pujas de bocho hirviendo con la canela y el semen de pato, del lado de la amante sin nombre ni cárica finitud más allá de la pieza para encajar lo exacto del préfiro de niño que empieza otro jardín.   

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