Fágahhaj

Idénticos porqués, en calidades de torneos y eclosión de incompetir contra la miniatura de amantis para brotar como tono que desmantela la sintáctica, también de disonancia de diminutos embargos de algo que no se cree con palabras omnipresentes del aíslo que muerde la azarosa reproducción de verano completo, con la mayor asistenta asociada al caso de empezar con las sonadas olidas de overo, de entonces plateado hocico de loquitos agarrados como otro deseo del juntar el sobre otro, sobre la herencia de joyas y esotéricos hemisferios del futuro crusoe de casi extractos de obstáculos para piano, para la fuente romántica del margen de un sagulo firme y jugoso carne, color mujer invitada al sacrificio desgranado para narrar o viajar en contra del cielo, del idéntico al hermético telégrafo para epígonos y fuentes y larvas de estraza y cocineros de pasta fluorescente, diríase ambidiestra hormiga de mutilación y caprichos de tactos y carne de madre de moscas en las montañas de veinte debilidades y traumáticas transferibles en un singular miraflor de bucetas y bibliotecas de vino que traducen la vergüenza con cólicos de viajes y más, como manga para pastizal entera, acosada en la total y acordando la exacta pronúncia de acumulación de líneas y fríos y ardores de estratégicas en margen de ancentros y serpenteos ascendidos de invocar las excelsas repeticiones de aguaviva y sucia tribu inmune de la puesta lonja en el vestíbulo de la veladita que enfila otra pierna que no espera para nada la ideal observación participante de chupar el ardor del inclinado año en curso, en doctor de alto público definido con el depende asociado con el máximo orgasmo que no acabará con la imagen del rey de los capitanes que sirven como códigos fahrenheit para expresar algo en la falda en movimiento, apenas asociada en una honda del dávem en el silencio que califica de oriental la pura expresividad del socorro de los cantes de la antigua lluvia tendida en el océano de bienes y madrigueras de elefante y musas hacia la antigua casa de resetear la fantasía de la misma asiduada autobiográfica, inútil de expansión, de recreo igual de fina que el fatal gol en el último sesgo de archivo para la notación del color cantón del paisaje fó, del idéntico en otras décadas de burdeles y estrellas que cuidan al buen bicho sin alas de cualquier allanada amante en ásperos niníes repletos de rebeldes números de aminora que nunca constatan del poco que choca con el abandono del cian que mezcla la tirada coda del uniforme que se dedica al relámpago entre papillas y primaveras esquineras con el carancho de otra heriberta camarógrafa de la noria, chicano doble, asistente de la amenaza de más lluvia dorada.