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Hridenadr

Alarmantes puntos, infalibles absurdos, comas, objetos de sexo, de tunas y rayuelas cayendo entre los dedales de hidro, de inadvertidas condensaciones diurnas del desinterés de la primal reseña, tras dos, agotadas y sedientes gargantas de descontrol que turgen en el punto del endurecido desliz entre las sábanas y el vargo, y la verga, y el valgo, y la menta del terso de tentaciones que escapa hacia el entregado palpitar de cocinas y fuegos de azufre, de caminos de vinagreta y cansancio pegado al calor del nuevo juego de seducciuón, como las terribles perezas de la lujuria que fustra la fusión introduciendo el encorvado y hábil atlantis, el de la fuerza del inquieto con lengua, y canguritos de los mitos que desprecian el último bajo o que casi muerto que se ríe en sueños de piedritas y bullas para intentar otra arruga de profetas y atrevidas profecías elegidas donde van las poéticas prisioneras y caídas durante las observaciones de saludos y sexo aburrido y desordenado, poco prestado para aplastar el dolor y por lo menos la empedernida culpa que parafrasea empedradizas actuaciones de la hora de apenas en dibujos y peces que envidian borradas evidencias públicas y pintoras lluvias a armar la esquinera desbocada, la cita del cierre abierto bajo la custodia del excecuente vicio de atentar contra el sueño en esencia, contra la válvula de cartón, de vaginas hambrientas y otros gusanos rebosados de momentos y huecos anhelados de la cama, del rincón hídrico del hambre o de las torrijas de la 41 sin la comprensión de letanías ajenas al ventilador de carne que arrodilla hígados y entrañas del papel hacia los escombros de la burrata que no digiere la permanencia del expreso murgo acaramelando la floja gutiérrez y la escama de plástico sin movimiento del nadador que procrea en las bombachas del cxaos, del fuego lento, desvelado, sin control ni sombras adueñando la nuez pícola la botalla de los cinco momentos que brindan la sensación de las cuatro quemaduras en el estómago del cordero con la huracanada efervescencia de la rabia ganando anclar como los niños y piruletas de nácar y conocimiento para agradar con la apuesta de coquillos y rollos sin esperar la coherente págana del compromiso hacia otro lugar signado con el curioso cuarto del sexo con el metal del trípode, como las infieles más bonitas y posiblemente indigentes saliendo de preguntas de lejos para ver las suturas fútiles en un decidido equipaje de vaso, en un perdido por eso, por las descansadas ciertas y espiadas en la ausencia de distancias y nostalgias de simular ser poeta de peinar la embraiguez del redondo que monta la atenta en el más de renunciar la fúgula en estresantes saludos del sabor a rojo, a asignaturas pendientes que responden el no.

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