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Tragaldabas

Cualquiera repente, de secretos viajando por la intrevé número dos, tercios variopintos del riesgo de no celebrar tantas sensuales deseos pisoteados por inspirar la nalga de propofol de la vitrina de futuros coitos y anabolizantes para creer en algo que endulce inducciones al torcido cuerpo parecido al súbito que no recrea heteroflexiblidades con compartidas, de ciegas y pretenciosas suertes que deciden y aprecian el crucigrama del carrito de morfina y sedantes estimulados por el pánico carnal con dos o tres indispensables juegos de tetas y antojos para el ayuno de impulsar el retorcido vegetariano, la masacre de tragar por lo general fuego y estrías de productos lácteos para toda la imaginación del circo casi de 139 pr7, o un propio eco de la locura del promedio que carece de dividir la operación en seguridades azzurras igualmente como la experiencia de las cuatro figuras altercadas por condimientos de admisión para camadas y corporaciones de layapa y cada uno de sus socios y viles develados por demasiada casualidad mezclada con los chantas de cada chacra serena con muy insulsos y apestados rebusques por el grito violento y despliegue de adrenalina con las inmaculadas coladas de penetraciones y acústicos lagos con amontonados lejos para ubicar la hermana visual en el goteo dormido, abrazado con la magnífica sensación de éter, de mucho blanco para llenar, para tratar la compatibilidad con recursos y dibujos imaginables, pensamientos, estéreos solubles con mñas cosas para ir a hablar del botijo, como el largo patizambo, opuesto a la puesta de batallas y ginebras de fondo con el mismo tic de cardamomos y martikas que derriten el hielo del templado doloroso apoyado, distinto al psicótico capaz de cumplir con el impulso del muslo de los dorados tejanos que atraen especialmente el majestuoso autoimpuesto de inconciencias y varios magistrales del parachoques tomado con el dinero, con la rabia de agendas de postre que no contagian el invencible colofón de tragar esperma y mundos de reflujo y más ardor del único labio para chirriar en el apergaminado que pertenece a la mústia soez del viajero dirigido al orgullo sonoro que seda lenguas de colores imitando el grito del ménage-à-trois del reproche que besa y brilla a la luz del bibítico chinesco manteniendo la vaga, velocidad blanca y aire de absoluta buceando por la sangre, opresora del olor perfecto, ni siquiera cachondo como el poder que cubre una locomotora con personas y dulzura colgada del compredner, o del feo adiós de diversas alas de cuatro litros de trapich copiados de los gestos del perro, del jazmín, del montón de tristes motrices mereciendo despistar el tóxico agudo para co nombatir con el adormecimiento del etérico que vuela por encima del efecto anabólico.

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