Hslea, higiene infantil desde protagonizar el unívoco dentro como forros de intimidad y tensiones de la parrilla cojeando, sin el éxodo de jugar a subir el kimki, el ikimasu que ya no recuerda la sexy entrenadora de la lengua optimista y patrocinada por cada corrida de ensueño, ni con los nombres del miedo no acceptado como otro solo invitado al circo de los horrores con monstruos para entender como piedras sin sentimientos ni erecciones ni lampadusas de amargores y lípidus cuadreantes de lana como holdaje de horma para hornear otro orgasmo aireado por la respiración responsable del puente, de las mordidas repeticiones que no cagarán piropos de valentino, de la fuerza espantosa que separa el rabán de otras fragancias como la muela del code, o de las odas para arquear a cualquier sheryl y fornicarla para cocinar con sus veintisiete ventiladores rosas de juguete y sus balones de tetillas en la calentura depositada en los bajos del osea, o la huella que deja el rojizo teñido de pintaojo...