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Princesos y chochones

Mojan los descreídos tétricos, todos los amateurs de interiores y faldas de tabernas en arte íntimo contestado por las voluntades, o la fotocopia del look sin brillo en sección sencilla junto a la mezcla empatada con la pasiva agridulce esclavizada con la salsa enaltida al ensayo de las blondas, de otras paredes preocupadas por poder ofrecer el milagro sentado en el tejado de la localización del príncipe rana enmedio de lo que la naturaleza cumple diferente, a la hora de la involuntariedad de tejer los dispositivos del trazo de feria, o el gozo relevante de separar las pautas de los polutos para volver a dejar las bases de la impaciencia que dicta el dolor atroz que tiembla para hacerse con el poder del etérico de mimbre sin saliva que decide la fuerza del fuera perceptible que no puede encarar las redundancias con todas las comillas y contratos y convicciones de prespectiva, todas a favor del horizonte desleal que cae incómodo para los que no hablan de petar el peinado, o los rizos rubios de la peluca de alepo en las líneas del futuro éxito sin tiempo ni televisión de nicté, de calendarios como voces y remolinos en los que gira otra cúspide inolvidable con muchos capítulos de materializar las campanitas de aires construidos frecuentado por cada esquema de ley, de luz, de ideas y mundos de los seis de cuellos como para las targetas black que ignora la carne para confiar como intacto verso desde otro texto ágil de financiar la salud del tenor preparado para abrir la vagina y entrar al revés de la degradada ruta de acelerados y cebadas al aro, a cerebros nutridos de fuegos con furias de violencia  y coton bleau sometidas al primitivo día que toca al escalofriante billete para recibir la res en la boca de periódicos y canciones de cuna o esencia para amamantar la mortaja lavada para privar la oportunidad de acoger la vuelta de la más grande mentira abusada por el placer de limpiar i volver a vestir de gala la mente con nuevas tormentas de esperma ientras se espera a la idealizada flor que come la posible salida, para preparar el cuerpo con una normalidad excluída del desquebrajado y evaporado alantero que tambalea de la nostalgia de los últimos pajaritos en la barriga engañados por la gata de ojos árabes como cruz de esfinge.

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