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Hsleahigneii

Hslea, higiene infantil desde protagonizar el unívoco dentro como forros de intimidad y tensiones de la parrilla cojeando, sin el éxodo de jugar a subir el kimki, el ikimasu que ya no recuerda la sexy entrenadora de la lengua optimista y patrocinada por cada corrida de ensueño, ni con los nombres del miedo no acceptado como otro solo invitado al circo de los horrores con monstruos para entender como piedras sin sentimientos ni erecciones ni lampadusas de amargores y lípidus cuadreantes de lana como holdaje de horma para hornear otro orgasmo aireado por la respiración responsable del puente, de las mordidas repeticiones que no cagarán piropos de valentino, de la fuerza espantosa que separa el rabán de otras fragancias como la muela del code, o de las odas para arquear a cualquier sheryl y fornicarla para cocinar con sus veintisiete ventiladores rosas de juguete y sus balones de tetillas en la calentura depositada en los bajos del osea, o la huella que deja el rojizo teñido de pintaojos del carlo de nueces femeninas y testosteronas sueltas con más ganas de lecherada traída del clarinete, de la empalmada de rebote viendo la malla e imaginando el satín y la excitada mancha de algodones y helsinki para congelar siempre el cinco de abril como otro fracaso de mierdas y minerales sucios de siempre lo mismo en cualquier peca acordonada por los acontecimientos telúricos sin ninguna fe, sin la pierna del dado que no lleva las seis voces andantes de los números de la soledad  etiquetada como un embutido sin poder derramar la depresión y la malcarada de un cincuenta y cinco  y pico sin los decimales exactos para poder hablar del coladero de vocales y feas runas en forma de traumas neutros y neuras y psicologías de succión, o de aspirar el aroma de loewe para mujeres busconas de aventuras que lían el abrir el hit de la vagina enterrada con las lentejas y el chimichurri de cualquier tipo de arenilla o calzado de nervio de veta.

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