Leve, desaprobada, de pocas palabras y banderas y preestrenas de la última cara que parece de febeleo, de chiste, de vuelta lavada entre pañales y minuciosa suerte, mimada en la sala principal de la contigua recostada en los faralaes de sencillo soporte aparte de lograr apartar algun demonio de mañanas y simples grajeas para la otra europa del legado sin dibujos previos al encarado ruido amañado por el grito de chapar con bastardos y situaciones de huída del sueño mortal de las manos otra vez del nazi, del chíchimo, de la droga, del instante, de la cueva que habla del anteverso aficionado al silencio y a las reclamaciones hostiles de aquel mando de miedos y manos y declaraciones desorientadas por el vientre de mimbre, que le falta la semilla de quince toros, de trajes de corazones que siempre se adelantan para luego recaer una y otra vez al olvido, al ténue poder de succión hacia la depresión, hacia la tarde apretada, sin merienda de la infancia que camela la súplica, los poderes del tiempo que se desgasta acabando con la condición llamada cuerpo, curvas, malvas, chispas, traumas sujetados a la biología por el trillo victimista revestido de calidad del rostro y las huellas de la voz sin cualquier mirada punteada con cobre fijo, con lembranzas acogiendo el orgasmo de diferencia que luce ceviche o ardor del marinero lleno de astillas y pegos para no subir con las náuseas de la nueva filosofía, del saber de la eterna espera al sí femenino, a la aceptación de las ruedas, del girasol, de la marea, de los matices reescritos, desgarrados, que saben a dolor perpétuo, perenne, leve, febeleo, deshauciado, en el lugar donde falta la violación eterna; más semillas, arados, árduos pasteles de estiércol y rimas libres y cielos de poetas para volar y volver al grano, al maíz, a cada conexión tocando la cicatriz casi cerrada del minuto, de los roces palpando el ahora, de la profundidad de turulos sedientos de las ganas de volver a acercar las caricias descalzas al montón de opio y cansancioy banderillas y más sangre oxidada para beber y volver a aterrizar como manecillas de fierro y barro de grafito y atracos congelados por los provocados reflujos del putrefacto pasado de los ásperos testigos sabidos tras los absueltos esquivos que inspiran en el caos que parece otro nexo de anillos y axial, buscado por permanecer como un exprimidor inacabado.
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