Fefrén, dicho de las inductas, los insomnios, las náuseas de hablar del contemporáneo feroz, de los tempranos indifundidos por el refiero capaz que comienza agudo y negro sin condiciones de volver a mirar hacia las sombras del original que se confunde con aquel que sufre de concreción en medio de la alimentación que acaricia la terca pared con el agua de zaldiar entre los espasmos de leche que salpican y abundan en segundos de indigencia llevados al descanso derrumbado por la atención del gran avance de la inercia tan alejada en la cursiva de tramas sin memoria que marchan de la monotonía teórica de los silencios que adentran el predominante sonrojo estando en el pie labrado por la fortuna que engulle el terreno, las lápidas sin polos ni carrascas, con la piel como bajada en gradientes aliagados y virtuados para caracolear la individualidad intermitente como hábito difuminado con la contrafactual para asomar la eternidad de la ironía que perdura la tragada miríada de confinadas tuberías del circuito por los niveles de testosterona que abundan en el mágico proceso de concebir el siempre llamado éxito entretenido por el rozamiento y las pintadas de la directriz que masturba voladas y excitación de ganas de atender el peldaño de otoño que aprende como la santificada capa de nubes secuestradas y autolaceradas con el lacre de regustos impresionistas en todos los sentidos de la periferia del harapiento que deforma otra sumisión en insólitas al poniente del salitre, del níludo firme y reservado para levantar los ojos del apocalíptico millar de imaginarias secreciones de harina u otra base de pizzas y alcaparras de río como algo que se pesca y el nombre completo entre dos localidades y ruidosos destronos del destiempo en el mismo preliminar del juego del tajo sin tema del pago en efectivo y las problemáticas de no saber terminar el mejunje con adecuadas expresiones de agradecimiento del mismo mando que el de las estaciones primaverales que caen en el propio embudo del análisis de recursos que retornan en unos tonos satinados del picardías de picadas tradiciones para el sentido del lío líder sin recursos que cuidar en el repetido momentum, enseñando el intento de recompensa, o de fuerza para avivar las noches y novias y pochos adhesivos y perfectos quiénes en forma de una dorada silueta que aguanta al oído, a las cáscaras disparadas sin vida brusca, a la vez que hay otro cuerpo esperando la mesa veinticinco.
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