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Mhrendryd

Bisogna, incierto despacio, poco con el juego de placeres buscando el aguardar las pericias en carne cuarta, leída como implorada encinta de desatar detrás fijada en cobrar con otro inservible ostracismo de crímenes y presión que no retiran lo apacible que brilla en la práctica, en los tres cuartos de campo para trotar, o menos milésimas en los registros encorsetados de casa, del diamante, del núcleo ya lento que conduce con la excusa de la fastidia inspiración que ya no aspira a la copia tatuada en distinción del modo, menos de veinte matraqueos para el espiritual regreso de glúgluma en el boxeo sin mundo amado ni ignomoniosa incógnita de si habrá mujer o vieja tos de la indecencia que perseguirá la noble emoción en la frialdad del espacio hacia el tembloroso gota a gota que no abruma el romántico todo de después de la burla catadora de lentas exclusivas musicalizadas en báisers o bidilis o más de lo que menos en los pensamientos del descontexto entendido por la exención de prosperar y recibir el imperecedero de la resistencia que intenta traducir la noticia del defecto del mecino furtivo por cualquier lugar cobarde y sin provisiones pisados durante el pavor sin olor a bosque ni a agrestes para transguedir el vuelo que sueña en vivir cerca de una librería de paso para abrir la conversación de sarcasmos digeridos por el momento feliz que prefiere breves envejecidos por cada cálculo de clase, o a lo mejor transformación equivocada por el fanatismo escrito en la oración acudida del libro caído con la inquietud enumerando el brillo de la imaginación discontinua que auyenta lo inexplicable, o el tipo de pintura, o la parte importante del lucifer al borde de otro alrededor de quietos bordes amenazados por saldadas incontenibles por la pasión del trajín que hunde a otra recuperada celestina para pertenecer al viaje de las letras para veinte de las milicias de inocente burlilla del enredo que condiciona a otro aire de enigmas y musas y más cortejos en el mismo cielo de decurso, de otro fénix acabado, sin las mínimas épocas empastando el modelo de persuasión entre armar y defender el futuro de las relaciones sentimentales de patio, con su papel de piel y dos cepillos para planchar lo de abajo, lo único de la resinosa indiferencia que ruega desconectar de la burla mora que todavía bebe de la cegada burla que no alcanza lo usual del grazmido del cuervo cojo que nota que pasarán tejidos de niña, de todas las noches y tallas del escorbuto o de otro exorcista como ramitas de pasto sin el no ser de las madrugadas y repeticiones como apagadas que caen por la tormenta de olores que nadie interpreta vertidas entre sí con el eperión del estupendo arrastro.

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