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Trdcen

Troquén, la torca de trece en édilir como comer camas con sopa, y puliendo los empedernidos, las epidemias otra vez en los testes agobiados de manifestaciones por la magia de ganas que cambie el sentido de las veces aleatorias despreocupadas por el tiempo y cada orgasmo, y cada postura para recordarme las sensaciones, las picores y cansancios por seguir en este igual sin palabras de consolación para otra vida, de cambio de parque y turnos para cada adiós tranquilo, en el que hablará un hasta pronto, hasta otro testículo transformado en ojales y posiciones del literal destrozado para referir el éxito personal, los despertadores corregidos por la contrariedad del literal diógenes, o de la marca que no encaja lo despierto nada más destrozar la expresión hecha impacto en perdonar, o recoger cabezas destrozadas, o pianos, o confianzas para la tarde sin venir a cuento, a tiro de caminante para bajar en el saber de manos adelantadas al legado, de propuestas de las sorpresas para el lento reto vencible qua pabraza mucha capacidad por el medio de quién no la tendrá y será siempre cuesta de costado para no volver a tropezar con los cohesionados que no quieren recordar los deberes para sobrevivir en los tiempos complicados del último trabajo o de la penúltima oportunidad de recoger las cosechas del patrético huerto de más alfafetoproteína que explicará el roce ansioso de esencias y gammas de varias giras viendo regazos y masturbadores públicos con  vistas al permiso que ni pregunta ni avanza en su premisa de pared jurada en espacios privados para cerrar los minutos centrados por releer los colapsos que entregan mantras hasta el ocho y vistas del feroz estirpe al muelle de la pierna que así se cree al grito de luz que se vuelve a colar soñando el menos de serias y probabilidades de estancar la sed girada hacia lo otro que se rinde de patalear en acciones de nervios y hévaras porque no existen felaciones sinceras ni ya poluciones en conserva, en el hombro de la lluvia de ella que cae en la misma dedicación que los atroces matadores devastados de húmeda comida de imaginación y oficio para talar las últimas y largas caídas en estrofas para evitar la nostalgia repasada en hermosos recuerdos que grafitean su nombre una y otra vez al lado del sofá.    

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