Mímundr

Postdata personal del cuélate entre minutas y paradas ateas ancladas en el calco techo, en las mañanas del café de campaña, resquebrajada para caer del burdel, del bucólico en letras y párrafos de olores instaurados al ahogado atemporal antojo de obsesiones para rescatar en los refugios hirientes que muerden el punto cuando acaba la duda de la esperanza de leer lo empezado en la página marcada con las emociones inflamadas por la melancolía de las reglas y la avenida encadenada sin calcetines ni un te quiero que me segurácon los tequilas y las virundelas hasta otro estado de lujuria y ladridos de torpezas y oublieres por aquella ausencia censurada por la imaginación del ninfómano parpadeo como en una noche que no se sostiene a la inexistencia antisocial, indefenso, con el recuerdo de un susurro vulgar, bebido en virundela, de un sucio rincón palpable, retando la caída y la recomposición de todas las piezas del colocón ansioso de más gravedad que corrompe el oxígeno en copas de alcohol y sentido del dudoso roce que destrona maneras y negaciones de admitir las adversidades de la copla, en la memoria que palpita y enseña a temblar con el café caliente, el del principio de las canciones roncas de más pecatas que corrientes alternas, y marcapasos, y vibradores de calor sin la pila de bolígrafo para comer el éxito del papel del galgo que quiere calcar las enseñanzas cazadas de ese laínez de playa y peso específico hasta la alfara de fumantes y teinómanos entre interacción y pinturas de nubes y gatos agarrados con las uñas a cualquier esperanza de más tecnocracia en una babia hermosísima y alguna camada de amantes y fornicaciones hacia el éxito, hacia lo más común del saber inescrutable para teorizar las improbables y nuevas frustraciones de imaginar un cruce de caminos y coincidencias para el aprendizaje público expuesto por separado hacia el oculto virtuoso, hacia dédalos y horarios de estudio en dibujos de hoy o números de profesor piedra, otro siamés que se abalancha hacia el sexo, hacia el pedo enmallado y sin ningún idioma catapultado por brasadores y dibujitos de personajes y presos de algo mental parecido al desdoblamiento del futuro en planos que acaban ocurriendo para abolir los estamentos gráficos del escamado y dividido entre el vendedor de vinos por una reproducción y la nada por la otra; por la imbécil y tonta obsesionada a procrear como elefantas y gigantescas almas casi suicidas y enrocadas como la torre y la reina del ajedrez.