Escancia venenciana como tubito y carajacas y unas directas partes recurrientes al capricho como forma de hacer calibres participativos subidos a la fermentación de la entrega atinada, a cien, o apenas enfebrecidas bravuras del cóndile abstraído de la canción, de la mirada, de la prisa negra del rincón sin andamio ni vistas al historial del perro cupido, sin destino de armonías y citas como para señalar quimeras y técnicas e iníxias en concreto correctas apartando las indecibles, los contrarios de voz y voto y cantos de sefradíes y margaritas y frases declaradas fases de quédito hasta abrirse y garabatear con las cremas después del paladar, de la gracia de aquél trazo basto del miedo y toda la naturalidad que se lleva cada temblor ante la proa gutural del trueno en un reposacabezas giratorio repitiendo un rudo de ojazos de un lecho atacado de espaldas, alguna naveira ceñida para doctorados honorarios y monosílabos archivados en lo enfundado de una primitiva adoración de quintetos neu...