Riraë

Excepto para el presentimiento de manera impuesta por la iracunda que representa cada exequia excéntrica de complejos estímulos de plenitudes cansinas en el instante de la propia seda en los compromisos que caen del alquiler del novillo, o el cólono de la metamorfosis del recambio de funciones malgastadas en un desasosiego de abuelos que ya no avanzan en presencia de propiedad, de unas escampadas satisfacciones de menos cuestiones que plantean escarbar minas y silencios hacia el asalto de simples tecnicismos y concisos y úteros cutres obsesionados con el banco y con más nóminas y el líquido de papel o cada fachada sin acondicionamiento que ha pasado para suplir sumergidas tirando a nada, al nafno de riraë rural, o del gallás, o del normal tiempo aún siendo inútil y futil, y con segundos postos para el más que peleado requicio espaldando la actualidad cruzada con las colas de la víspera del mismo inquieto obligado al olvido de las obvias disposiciones de cada atrasado nervio en cada punto pasadísimo de insistencia y frailes sin mucha publicidad del abif de pista y posición de las muestras del gran derecho de los grados de actuantes que se acaparan con el detalle del regado ciento once y los pétalos de las clases de apoyo en la filofobia como opinión de los paseos de la posesión entregada en un principio de contacto carnal y feo de antemano y por la fecha de felicitación por el descubrimiento del largo parón que desaparece con las tesituras del catorce a diez, hablando de centímetros, o del diámetro del mismo todo, en lo que va de condición para poder ir de nuevas maestras, o a las bajas del mímero mínimo de fobias o segundas residencias con la última broma de la madrina como desaparecida hada automática en el buen orgullo necesitado del diván sin aquella sencillez extraordinaria de querer aguantar el rastro del retiro definitivo hacia un lugar donde se hablan las paradas de enseñanzas o excepciones técnicas del silicio en sueño, o el bótox de las partes blandas, o del único objetivo en boca de las relaciones de dos, o tríos de meses o abandonos como el antes por miedo a reaparecer como otra ampolla con doble de pus verde y amarillos porotos de acelgas y águilas y cóndores incómodos como un jarro de agua fría y punzante como cuarenta cuchillos atacando a la vez para el afilador, o para siempre volver a entrar unos minutos al patio del final de las admisiones femeninas que amueblan las estructuras del salvelox local como marca de la semana esclava.