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Eleren

Néleren, las materializaciones del ciertamente que se observa la humanidad de la contradicción de llevar el antes que atrae el hoy hacia izar las fábricas que reproponen las generaciones inéditas de carapulcra o los carambas del piscosawer, o la satya natural que quedan en la pucalpa con heridas en los símbolos del grosero matiz hacia el agobio de la entrevista con la poderosa dimensión de las matrices vibracionales que aparecen para sanar el nombre que pasa por alto una manera de mangar élerens o miércoles en profecías bendimiales para quitar los talentos del simplemente, o del casi desnudo abridor de quintas angelicales, u octavas en la altura de las otras pasotas o plásticas procesando trinidades de inmortal consumición mezclándola literalmente con un control compuesto por ofuscada incomprensión de unas bebidas de metratón y ginebras o tipos de ganglios explicados con el próximo tiempo dentado de dotes y galopes dirigidos a la barra del ego, al raro mareo de los aislamientos del veintitrés hábito del cosmos, o de las causalidades que no se sabe si aterrizan en bicicleta o en ciclos de prequintos efectos de más, o hipótesis de menos, recordando las lúcidas etapas de la emisión del recado, de la misión hacia los destinos más irrevocables en menos de cualquier mitad de indefinición y menos nélerens para estancar las trufas de frutas, los baptismales espacios de dibujos y fachadas, y más asquerosidades que no atraen menos palos para el carro, para la fuga redactada con ruiditos de elección y conchas y más discípulos de la perversión que no realza la salida al paraíso, como cada culo bastardo en línea entre accesos de resonancias y pausas que buscan en resumen lo observado en el dentro del vale buscando la mujer ideal y tolondrina sin una seguridad de gadget;o para hablar en silencio del beso, del xano, de que no dejaban de respirar flores silvestres, luz divertida, silenciosa, intentando atrapar la parodia del vino vivido.      

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