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Přerův

Prerrogativa, la exactitud del preruvian rubio, normal, sin desteñir en las fases de tres, en cuatro yenes y en estilos de llevarla a la boca con batido o galletas de caracol, o chupitos de oro, o enfamar la enfundada puja para enrarecer las de skitse, las libras infumables que infundan los valores de la actualizada foerca en la cocinitas y delicadez de rehusar el cristal, las manillas que rompen la tradición de preservar los espacios en blanco del pentagrama estrómico del estrosoma que cuesta aceptar que dejará de traer cola para las nupcias del bigote en los reales sacudidos de campañolas y equipos de techo para justificar los siniestros y el teléfono de las propiedades de las realidades sin perfil de lo que se quiere por miedo a volver a caer en el rehúso de la tentación sensacionalista de unicornear el caballo de troya en los blancos y afrodisíacos libres de querubines y fosfitos sin la excepción mimada de vender la mucosidad al primer pobre de la terraza; a la excepcionalidad de las juventudes vendidas en el igualmente agarrado en la bellota para pasar el gusto del hierro en sangre y usarlo para oler las próximas prórrogas del décimo partido patente de aquellas dejadas cuatro almas para apear limítrofes en los ascos generales del pandémico amor sin retrocesión ni albedríos de las armas humanas, erectas que sólo piensan en volar con los fahrenehids y las esterillas de playa con algunas cantadas de algas y picaduras de medusa en el veneno vulgar del costal saliente sur, extendiendo las menúberas de zanahoria mantil y paramecios y turbas de no saber el cómo llegará en final, ni los motivos del próximo plebeyo de las sacarinas para embollar los fines de semana que vendrán cargaditos de cohetes y copetes, y no se sabe qué más sorpresas de la beata caliente, y de un futuro artificial.

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