Vigalfabo

Vigalf, polisíndeton si se analiza el enclavamiento paradoxal del momento que no sabe qué habrá en las quejas del paronomásico entrante de algunas jergas de igual reconocimiento que otro astro de posguerra delegando la locura a los suspiros de las no agencias regendadas por las rebeldías ignorando el próximo embarazo de la falsedad aliada con la solución del píxel y el mármol, y otra activación de hormonas cansadas del interactuado entre amor y el no recibimiento del mismo quirás, que escoje el sinó de más erecciones manchadas de paralelos interiores en las definiciones de la interface de cuidadosos vigalabs que entonan tiempos y balas del acero y con más situaciones de no amar las doce tébulas del teclado, del fiero control de todo lo que pasa alrededor de la eternidad extraña sin paisajes, borrados con goma de perejil y los otros ingredientes de repetición más familiar que la longa del cappo sin aquella fuerza de la maldad que antaño parecía una celda, unas testosteronas de sustrato abirro y sentimiento más de diablo que de horno crematorio recalado en mentes lentas, mas carcomidas a la antigua, al pedido del presente, sin un cobeo goloso en el cobertizo de la historia de aquella factura delante el ideal que condiciona la insurrección del dogma de aquella pastillita de inmortales gregarias y coraje que recala en más volumen de intelecto y oro y jogo bonito para mejorarla individualmente al primer toque prevalente, acusado de nodresca, de sales y claridad en el conforte de carbonero, desboscado por la indolencia de otra erección de tremeros atados al crescendo con el ruido de la máquina de escribir.