Trévites en negros vapores que ascienden y descienden como ascensores viejos, como deseos y vicisitudes felices entre pergaminos y confines hasta la puesta, una cierta añoranza del descanso, constante, en los que ayer fueron campos pardos de lycra satinada que apresuran enseñanzas y piezas teatrales sin problemas ni preguntas cuyos límites cambian cada día, constantemente, en aquel yo de igual manera, de ningún navegante trepando lupanares descansando y esperando soledades que fluyen y acostumbran a usurpar hallo du, a decir el ceremonial en el ochenta y seis concreto, detrás del otro, confuso, al estilo del retocador mangante, estilete en mano, por eso de la adversidad de las curvas y máscaras de capa, vómitos rosas, augurios, esquinas sin dueños temáticos parcialmente día tras día, a este bajo los pies, todo nítido de profecías con Rudolf de maestro de ceremonias con sus predicciones etiquetadas cada una con su colirio.
Trévites en negros vapores que ascienden y descienden como ascensores viejos, como deseos y vicisitudes felices entre pergaminos y confines hasta la puesta, una cierta añoranza del descanso, constante, en los que ayer fueron campos pardos de lycra satinada que apresuran enseñanzas y piezas teatrales sin problemas ni preguntas cuyos límites cambian cada día, constantemente, en aquel yo de igual manera, de ningún navegante trepando lupanares descansando y esperando soledades que fluyen y acostumbran a usurpar hallo du, a decir el ceremonial en el ochenta y seis concreto, detrás del otro, confuso, al estilo del retocador mangante, estilete en mano, por eso de la adversidad de las curvas y máscaras de capa, vómitos rosas, augurios, esquinas sin dueños temáticos parcialmente día tras día, a este bajo los pies, todo nítido de profecías con Rudolf de maestro de ceremonias con sus predicciones etiquetadas cada una con su colirio.
Comentarios