
Acabo de lavar la rata, la púrria, sacar el perro que envolvía la culpabilidad de ayer, de las conversas de las pocas palabras sin fotos ni machines de hacer sexo lúgubre, te besaría y luego follaríamos hasta reventar las angústias que me lo impiden, los celos de los más mayores y ya nó, ya no recuerdo el sentir de aquella pasión sexual, la manicura, los conflictos de regalecia en la regularidad tardía y sedentaria normandía radical, no siempre fácil el emperador y la meretriz dando de mamar el oro de mantecol o la caja de poderes para la enfermedad de la preciosa crisis poco cruel, y mamaderas, y besos asexuados, brillantes que no cobran para ser útiles virtudes y potestades intencionadas. Te besaría pero la rata no me deja, no confía en las posibilidades del yoyó, de lo de siempre entre sátiras y encuentros y desamores por capricho, insoportable reputación por avanzado, de acuerdo con la boloñesa, pero lo mínimo no queda claro, no come, se rastrea por la mansión 328 con la bombacha y el entendimiento del conocer que se agotan las posibilidades y las esperanzas de un dios parisienco como yo, como la púrria de la sociedad, como los más de cincuenta mil euros, de otro juez con elogios y mentiras con champú para la vista de alguna forma para casa, para no viciar el 328, 329, 330, 331.....sin la necesidad de la corrida al espejo de la mentira, de la bombacha de cartón, del penúltimo veinte de septiembre.
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