Urré, jajás y kings y mais risas de maíz, llamas jojoto para comprar un blog y el por supuesto, el mañana almícar de cada dedo, una especial profanación al secreto de la soledad; ahora se puede morir, parecer el cuaderno de ejercicios con letra dioscontínua y textos y mancomunidades hechas para la radio madreselva, pero eras tu, o el otro, o nunca, o quizás aquél que llegará infinitamente después y me contará el cuento de la leyenda, y hablará de mis crímenes y violaciones que ahora tienen sentido para el macrocosmos y hoy no existen sololiquios ni guiones de telenovelas venezolanas satinadas, babas, reberberaciones, recusaciones, domingos, doctoras del zapato, y a veces una paloma para mi estómago, o un gorrioncillo lánguido, páctito, íntimo, prefiero la otra khoplopsky de vestido blanco y nalgas derivadas por el dulcísimo satín que es cubrelotodo, pequeña amenaza al embarazo y al culpable chorro de latte, espeso milukum tal como sonríe a las cuatro plazas de lo que fué quien se lo contó todo y un puntero eroso, puesto en marcha, preparado para la próxima leche, para la próxima corrida, siempre tras ella camarada, tras saberlo brevemente, un plis, en resumen cortito que ya, que no puede esperar al viernes para garchar la masturbación pública, está en otra parte, con la fuerza actual, kafkiana, que transforma en un insecto gigante el agora, el agitado pesimismo ansioso oficial, en otra parte absorvida por el lector, por el microcosmos visto por la simple cortesía, de ironía metamorfoseada para el público hispano, al ultímio escondido, mía al ultímio paseo por el ras cruizeiru.
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