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Traginerós, cosos y cuerpos o algo asá, parecido al cambio de taberna malacuca con esa medida de azúcar y cafeína y dos de mantecol en conserva pretérita, palabritas de los dialectos abruptos con caras pícaras y vergas bosquejando las grandes acacias haciendo cola para camelar con el rey de este viaje materno por tener libertad sin raya en el medio de las peleas descalzas y automatismos de recuerdos y francachelas como desquiciadas adrenalinas y pogos fecales de desconocidos apretujados al hombro, desenfrenando forros, más mocos y moscas sintéticas y chacas criollas inseguras de ninguna conchuda, muy de minita rapo, de cindor acovachado para intentar esquivar príncipas y morados en el alma que no cicatrizan en iras ni copados irriantes, menstrual, sutil salco que con vos vomitá las ganas de volver a intentar enamorar el sueño de siempre, lo patético embarazado de lobo disfrazado de bombacha erótica al aceite de satín al punto de cada borrón de lo que volvé; mejor lo lento sin alas que me acompasa y se me lleva de cumparsita como el emblema de los trapanes miopes de vida en común conmigo, con la paja de abrirme frutífero, de traiciones de los colectivos seguidores del mayorista que alquila lacra por tres céntimos y luego no susurra verdades y discrimina ortivez verdé, de mí, de paso alcovado, en el cual recibirme, de yapas dominantes del wellcome tan senil que aparece con tetas y dos gritás maldecías inacabalbes, artistas en esa tarta de atún pasada como resultado de la tapita de proyectos sin concretar solterías estantes en lo que dijo la profecía que intentó morderme la estupidez inmune.