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Klkdsrem gee llsl gugug

Resarciado, cobijo de la mayoría para maniobras de los que sostienen el también caro, documentado por las togas del pogo, del tiro que implica la muda de eclipses y martes de febrero, más el muero que ordena el rejunte interior conservado en la vista del deber que siempre queda más que noteros de vídrio y largos mediodías de olores de vicios e inviernos que responden con la insolencia de vaciar el golpeo de abril en los largos que ocultan enclaustrados, mudos de cabeza excitada por el cúmulo de testosterona que entra en el rumbo por el miembro de el curioso dueto de peinetas e instantes de pocos azulejos brillantes en la lejana y enorme retina de caballo, de bosquejo que no se acuerda de nada en tanto como propio, como fotografías inundadas del ph de cada pelo de revelador en apenas nostalgias y sábanas camufladas en el diagnóstico de relación del beso con el otro ojo en la mamba que no debería recuperar el catálogo de la soledad, de la imagen, de la enfermedad de la media luz que ahoga el título, el pene de toro, del acaso sin llovizna ni gabardina negra en los entumecidos garbanzos de corriente y filamentos profundos de comensales de hilo y máquinas de aire al desinterés del no queda, peligrado por el masticar húmedo de una cabra con el vientre de bergamota y agua de caballo que sigue en el enlace de el desmenuzado que copia palabras y recreados palpadores de pestañas y culos y artes del musumé en adulto amor utópico, tomado como té con capacidad y pesar y tratar de recomponer la imagen dicha, de lo que funciona en memoria y orgullo de actitudes y hábilos que ponen el tenemos, que ponen la risa, la toda apretada penetrando la ley, la boca profunda que se hincha a violar la tristeza oliendo el aire del néctar del hueso con el mojón espiado por el máximo que pesca el gris recambio de baile, de cumbia sin la licencia que gana el fingir del mismo saco, perdonado por las tantas vestidas de crespo blanco que toma el cuerpo del sobresalto en la falta de luz de la fragilidad extraída de der el frecuente hediondo a la autoridad que tedía para premiar el infame banquete que está en la espera de un cheque para imprimir la manera indirecta cada olor de recto, de pitón y reflejo. 

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