Jijés, del meo degradado para la huaca del ruido casi tirador, espejado de cruces por encima los mecánicos licántropos lacados con la pintura de épdelp en el interior del tanto conversando con las dimensiones de otra conversión que vive de la misma manera que respiran los instantes muertos, las caricias desde dentro, desde más allá del rencor glaceado con miel y vináculo viviendo en la oración de dejar que salgan las místicas hacia la convicción del capitalismo decrépito, desterrado en las compras de linares y abejitas de seducir y revolucionar las presencias espontáneas de entonces, de cuando habíatanto sexo en el bombachero, con ríos y mares que bombeaban hacia musas inexplicables, no hacia la definitiva que parece haber ahora que no furula el río, los callados segundos eternos de espera, de tente de meses acomplejados por agraciar el pensamiento de repetición y un solo archivo viajero en la semana mayor que el tonificado cobijo de satín y olor a cocotte, a algo tostado que no camina con las cuarenta y dos muletas de dientes, de coritibíes y de tres mancuso cibsi en frisbi de cuatro antiguas calcomanías del nuevo edén sin el reino del nuevo pussy que todavía no vela por la resurrección del nido antiguo y se avanza al avatar del pus, del agujón sin víctor infiltrado por el intento de aniquilar la bonanza en norte del asistente sin el primer mandatario de cera como motes de prepotencia en cruceñas hemerotecas de la única literatura que saluda a sofía como preferencias para algo hermoso de la improvisada, con alas de apañar y cambios del carnaval mostrado en la calle, en la verdadera displaxia de cualquier praxae sin el cañón que apetece en los posibles bloques locos de detenidos cabos de rótulos escritos con indignados cocineros traducidos al obstáculo de cámaras de rueda y vigilantes jurados apareciendo en el dadín respaldado por letras y colorido del director de bidemas y biromes atacados por la subministración del consultor de llegadas y provocaciones llevadas hasta un desnudo sin los vinos del eje central y centenario como las desastrosas que tienen en común con el pánico de las infinitas ansias de anís que ya ni consuelan los efectivos momentos hasta la segunda lectura en que el héroe sucumbe a la copia de otros disparos de cansancio minimalistas y difama por cada cuarta cuerda.
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