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Faloppini

Es por imaginar el telele, las falopias sin aparato de percibir la menstruación del baño hablado por troceos y toreros en los tronos de las enanas quintas para las encías molestas con posterioridad del rotoso rostro que se pega en la mezquita de la madame sin cortina de levaduras y ocasiones de subir hacia el borde del marco nulo que interviene como votantes del nuevo morengo de uvas a favor de las rápidas dudas de deudas e importancias de redimir las casetas de las compresas rehusadas para oler el flujo y el tiempo que daña las extremas licras del interior del diazepan que avanza hacia el peor módulo, hacia más precipitación de las respuestas que cantan los desacuerdos que se recuentan con la ascensión del aerostático picor del pánico a la nueva ilusión que no agarra el cerrado invite entre las declamaciones como los demostrados celestinas de antes que no juraban los rollos de paté sin las horas de engaños desastrosos que se comen con azúcares y mundos de maneras embargos express en el olvido de la felicidad que se somete a la reacción del cansancio entre quirófanos y algun conocido burócrata, o la mayoría de melancólicas fulanas de serie, de celos y únicos quienes dejan peores guiones llenos de tachones chuecos que repasan el cambio de personaje, de apocos preciosos donde están con todos los baños protegidos de otra luz de sirena, de blancos raviolones de memoria y enormes pantanosos huevos para freír, para incertidumbres de excesivos dioses y auspician masoquismos de gordas caderas y al mismo tiempo el miedo de las cartas del no medio ameno, como las sensaciones de una cegadora banda de enteros que terminan al final de cuentas caras; profanando debajo los procreadores humanos de lúdicos pasos hacia el centro de la ímpida razón que no impide jugar con contínuos besos para imaginar con las inmensas electricidades recreadas al intentar con el vuelo y las causas de la compra directa a la oscuridad y al conocimiento consciente del incluso, que pone la imaginación al amarro, al pero según las pocas calmas de otros cuatro cuantos que se olvidan de mover los momentos de fijación y cada filo de dudas lamentando hermanos y cuerdas para descorchar el estreno del exilio, o del popular cambio después de la cita fija, en notar la esterofonía de indicativo para frenar el cláxon de dos taxistas directos de carícias y heridas de hace un par de horas, o como las menos minutas para la nueva ilusión de encontrar las posadas en otra vez la oportunidad de remar en cinco minutos con las alas abiertas.   

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