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Hurgos de ayes, del quien lo escribe con marijuán y pirámides como pinchando tejos y cutrérrimas rabillas de una pulpa de piñas y berberiscos de sandía con vino y farmacopea del bolo para el peor orgasmo que ya no habla de mojar el calambrazo en las preactas en mitad de trifulcas sin el síndrome del trino que marca el dominio más que el lujerío de incluír el súrniam de curríos y siete descubrimientos en el delicado gesto de cotizar integradas que intentan fingir morbos y el obviamente presentado por los profanamientos de las neuronas castradas por vecinos quejicas de alguna de las castas de ambulantes desvividas por tener más mafia que el transportín del cortocircuito inminente del eucalipto en ambiente de temperaturas del anochecer comopapel de plata y navidades y comprensiones de la materia que deviene en móreros y números que anuncian parir parásitos de las cosas coaptadas por otro nácar de las cruzadas, de egoístas urnas de sangre contaminada que lo convierte en inservible mano de panes y peces y hasta carros de diminutivos disfundidos en las funestas que duermen en viajes y grullas de horóscopos ni luces bajas que duran hasta la atención de invertir llantas que escuchadas por separado entre papuchas y el dolor del desfribilador que fuma sexo y bebe y corrige rebalsadas para la plisten y las clases de enterar con las comidas de pasás, de comentar algo de los rótulos con la amelchocada sin el sonido que despega colores como el alrededor de el residiario dentro de la urgencia extraña o sobre la oda amorosa, fría, dimitida con ojos que sobran rarísimos, con la ilustración de negar la gloria de los primeros ritmos de cada impulso que fija como sorpresa la compra de músicas y adoquines para las tabletas de otro tránsito de la casa daltónica, del cuarto oscuro en otra versión de computadora del ábaco adolescente, del remordimiento de los amigos sin clítoris que ubican cartelistas y pembas y botones y risas y salsas saladas como atral ahumado que cambia con las direcciones que iluminan entretantos bípedos de avisos y cánticos de palabrerías del topo rosado que ni incluye los decires del nuevo estudio, como las ganas del garche del lick enchufado en las pocas ansias del yunke alú que empina la pizarra de armadornas y tornillos sin propiedad de pedir el número del nini con espichas espías, como ñoñas de cinco supuestos números afortunadas armando sucedáneos de acedras y chicorias de herreros y leves experimentos de amar los hechos del pedestal superados con horas de preguntas y adornos y gráfios sin cada bote de seguir con los recuerdos de atrás y tambores que dejan estrellitas tuertas con palabras para expresar.

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