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Pellosta

Dábara y chandi, apartados del pie como patadas y salsas de indicio de aquella llama con miopía y banderas de pelló, o de helado de homeopatía y sudor marogós, inculto alcance del bulto en el centro del bulbo y aquellas huellas de pirata y tradeas y secreciones de flujos y aquellos trozos de toxicidad irritables con lo suceptible del regalo de entrequemar la venta de la risa y el doresí herido con los nombres de la vida de cuento de pellosta y menstruación en mitad del mundo del bukkake del dentro de aquellas sensaciones de tener un aplauso como promesa cabroona para asaltar contra lo natural, contra fechorías de avión sin olvidar el duro mecanismo de defensa interior para pegar a las maquinitas de recreación entre el plasma del genial per sé de la hiperactividad que pela las peripecias al punto de sal y filtros y pieles que roba el soterramiento vecinal del dolor, y cualquier parche que da el sabor salado del romanrizado palo del sabor y de las voces preparadas para un proceso lento que no termina por librar las salidas conductuales que duermen y sueñan con sexo sanitario y tan chai, y desestrés sin crónicas y portavoces que piden algo de recuerdo que no existe en la cartera de servicios andados para pronunciar lo que estalla de las atenciones hasta ein la inspiración intangible con un entender tocado por el genético siniasis del tanto protéico como suerte de la ausencia que roba las ventajas y deleciones situadas en las carnosas plantas del abonógico lugar de las ovejas.   

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