
Perfeito, así y todo, por el momento de legumbres y mozos destapados, fugados por una salida secreta, por la fuga, por colditz observando las cortinas de cuero, y los fados replicando, y la niña sin la uña derecha dibujada en pinzas entrando en la cocina sellada contra su pecho bellino; las calzas amarillas que aparcan contra los adoquines y besan la calle de dos en dos con más fuerza y profundidad y saltan al rellano como el cierre de la cuarenta y seis sin fondos torpemente definidos por nobles macilentos acurrucados por encima de manchas y tropiezos, y cruces con agujeros salteados frenet al reclamo de vicios y gritos a toneles algo salvajes, resecos, adornados con borduras de estrellitas y nacimientos, telas ocres, casi en el centro de Júpiter y Vulcano, y cuando acabe más borduras y manuscritos desarrollando recintos secretos de una lechada de madera, castaña, con dos días de diferencia de colores verde y ocre y pardo, y gatos perdotos, undécimos cortesanos.
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