Desde la posición marrana y luego aire, gritos, estallidos junto a la pared principal del dormitorio al patio interior, copiado del libro de los salmos dichos; pesaj, formas y sombras para el momento de la pernera abierta de gestos y escuchas y necesidades ordenaditas en fila agarrando la mirada baja de cada delirio rebentado en las miradas y las corrientes playmates, Torá, toráaprisionada en el interior de cada confusión de la corriente, incluso del entonces, del después, del cada día delante de la fachada previa, de la fugaz imagen que no se queda y se vuelve para charlar con otras previas del espacio ideal a menos de doscientos pasos de la empuñadura de cada ocaso cobrizo cortado en carne, reunido en el formato feliz, en las protuberancias metiéndose los cabellos hasta el culo, hasta no dejar y creer lejos, en la media muchedumbre formada en mi hombro, en cada gracia roja, caliente comprendida por la crosta arrugante, temblorosa, real, no muy cerca de los versículos y aguardientes.
Desde la posición marrana y luego aire, gritos, estallidos junto a la pared principal del dormitorio al patio interior, copiado del libro de los salmos dichos; pesaj, formas y sombras para el momento de la pernera abierta de gestos y escuchas y necesidades ordenaditas en fila agarrando la mirada baja de cada delirio rebentado en las miradas y las corrientes playmates, Torá, toráaprisionada en el interior de cada confusión de la corriente, incluso del entonces, del después, del cada día delante de la fachada previa, de la fugaz imagen que no se queda y se vuelve para charlar con otras previas del espacio ideal a menos de doscientos pasos de la empuñadura de cada ocaso cobrizo cortado en carne, reunido en el formato feliz, en las protuberancias metiéndose los cabellos hasta el culo, hasta no dejar y creer lejos, en la media muchedumbre formada en mi hombro, en cada gracia roja, caliente comprendida por la crosta arrugante, temblorosa, real, no muy cerca de los versículos y aguardientes.
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