El desencadenante suena ñoño cuando va de vuelta al tal feo y los mocasines de pija para acudir arriba, a la mitad de las clases de protocolo de áreas agresivas y manos, de patitas que tronchan el cogote y explican lepinas y retretes menores, algo realquilado, como la almohada, o casi nunca en los círculos para siempre y ni siquiera en las ramblas por las mañanas extraordinarias respingonas de ginebra y de fracaso, oxidando la hojalata por completo y se quedan ahí sin ser almas comunes, y se quedan ahí medio muertos sobre ella, sobre los salcedos y las ovejillas a más velocidad, más, más, por medio del tanto partido por menos fuera de nosotros, y ajeno al mismo futuro, por delante de algo exterior en que provoca inseguridad y carreras perdidas del salir por salir mosárabes descubiertos, consolidados, propios, ojos, círculos, búhos, pelos, barbas, lo que deberían hacer en precisa y querer con lo mismo, tal vez el porexpán en caso de perder puntos.
El desencadenante suena ñoño cuando va de vuelta al tal feo y los mocasines de pija para acudir arriba, a la mitad de las clases de protocolo de áreas agresivas y manos, de patitas que tronchan el cogote y explican lepinas y retretes menores, algo realquilado, como la almohada, o casi nunca en los círculos para siempre y ni siquiera en las ramblas por las mañanas extraordinarias respingonas de ginebra y de fracaso, oxidando la hojalata por completo y se quedan ahí sin ser almas comunes, y se quedan ahí medio muertos sobre ella, sobre los salcedos y las ovejillas a más velocidad, más, más, por medio del tanto partido por menos fuera de nosotros, y ajeno al mismo futuro, por delante de algo exterior en que provoca inseguridad y carreras perdidas del salir por salir mosárabes descubiertos, consolidados, propios, ojos, círculos, búhos, pelos, barbas, lo que deberían hacer en precisa y querer con lo mismo, tal vez el porexpán en caso de perder puntos.
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