
De medio riajus hecho una única vez del cuarto trasero, de pelo en pluma, como muchos por la inmensidad de imaginar los libros rebozados de un 6% y soñar que matutinamente se daba más de un periódico anarama y repetía el colapso en Cala Brito; proyecciones fantasmales, surrealistas, libro de Celati, aún si cabe su ritmo a propósito del compuesto, en parte también el efecto hacia la toast pecatus, burroughs, fetuccinis donde elegir entre infinitos y mimos abrazados como peluches hinchables, afelpados, con cara de sexo, de hambre de vergas de cuarenta ppp donde parecen mañanas y boludeces irguiéndose con esfuerzo, chillando el duradero vinifan para forretes y minerías sobre la blanca del colchón de crin, del cuarteado anaquel, en el sorbetón de cualquier pilastra al caer sobre la deslúcida negrura de la lividez como una chorreante clapa, en la cuneta al mes, y los sábados con cuidadosos barrotes entretejidos sucesivamente al ruido del bar, ayuso, más hondo, un agrio empellón de bilis tenaz con la humedad eterna, descontenta de carne cocida y un vaso de cerveza rechoncha, fuerte, rabiosa, troyana, tudesca, hasta aquel instante faccioso que nunca termina por la calle de carretas que corren por el callejón, inspeccionando manteles y direcciones subordinadas de aquellas milanesas uruguayas, karakeosianas, dueñas de versos poco varoniles que hacen guardia y buscan la busca del hombre boa.
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