Los menéster, la lapicera, la tómbola del miedo rudo,de los chivos para el manto maldecido por la ley del pan, de los niños, de los ojos ciegos que hielan por brindar por el estatuto de cenizas para las palabras y calestas de cianuro en el gris epitafio de plata articulista del vacío y desfile de cabezas dulces y caos de casos y rostros de promesas en el orificio de arder como el aire de verano, como la poesía fiel, eso de acá, amor o temblor, o carpe, o vida, o más poesía en trincheras y calestras y celestinas de graves estrategas; más las haciendas de montaña y orgasmos de literatura incomparable con los vácuos y supuestos que se repiten con el vino acaramelado que resume el tándem de personajes de veinte páginas y meretrices para la presidencia que huele a filón de novelas de tampax y olores femeninos a derrumbre que peligra muy lejos del duelo idiomático innecesario en el derroche de la crónica sagaz, de la inmunda del fierro de tamaño medio entre las misceláneas homógrafas de colección de peluches y caras fuera de los límites que auxilian tres o cuatro inconscientes perseguidos por cualquier terquedad de terciopelo manchando desamparos de adorno y notorias bocas que populan las veraddes que aceleran el caldo de cultivo de terapias y escuchas rezagadas con los puñados de consignas acompañadas del taconeo de balanza y jardín de enanos, de maderitas y globos y niños esperando a noéru y la merienda de la media luna de cada clara que cae desencantada con tristes versiones que agarran la ópera de cigarras y cigallos y palabras coladas para el otro arte que festeja el súbito, dicho entendimiento estruendoso de celos y ventilación bajo el mínimo sacado con inicial capítulo veinte de materias hidráulicas que encarnan electoralistas y nenas de buen ver pero de arte caras en el lugar de la repercusión de obras y vergonzantes citados que no reinventan las expuestas en doce filas de cuatro por dieciséis decenios de millares para el otro inventario que culmina otra cérvix, otro hermes de teletrasportación con las gracias de la marmitácora como redecía la símnaca de algunas partes que dan los frutos con la sensación para indagar otro mecenas del germen sobrepasado que mira la risa del erotismo pasado de supuestos y notificaciones del áspero precio que acompaña el acompasado deber del disponible dueño que alarga el dolor del enunciante que altera el tempus, el álter, de llevar trajes de dandísimo con premios para agasjar el trasfondo del libro del síren y las nefastas epifánias que venden por vaguería, por concluir la entrega, la letra, la isolación concreta del únicamente hacia recordar la sepulcra del incluso quemaje con anticipación de las descubiertas sinceras con perceptos a cuatro manos, de entrevistas guardadas del durante, o del antojo de volver a las canchas de macs y retoques y retomas del respetable instrumento en inglés, o en la doma reservada del nuevo riesgo del norabae, que aprovecha la última gran sensación innata sin ruido de fondo ni fotos de fetos acordándose del pánico de la piculina semirrígida.
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