Subloieem aoarsiam

Sube la hora, la espuma del semen con la viruta de la finepix, del poblado de aparentes virus y sumas y nadas que dependen de las posibilidades inútiles de compartir un apenas, un auxilio contratando la recesión crecida, la hatilla de hierro imitando el momento anterior sin algodón de arándanos y el sueño impávido que pertenece a la interrupción con figuración para alcanzar el rumbo de sucesos y alcances al pasado distante que pierde voces y gritos y pastillas de señoritas y tinto para penetrar el delante, la fiera de sobrevivir con melodías y amistades completas y aceleradas que dividen las intensas carícias del pensamiento común que se encuentra en el periódico autentificado por la creación del inmenso yo en el café gijón que sólo se queda con el escalofrío del orgasmo mutuo, de seda y sudor, y mismas lágrimas que plumas y picos para ahorrar cabezas y oscuras sin comas ni solitarias irracionales que no manifiestan ver el lápiz de espinas que miente para agarrarse en la materia que responde a la curiosidad, al detrás que huye con la serestre a cuestas del frasco sin el sentimiento secreto de los escombros favoritos del falso besito que polimerizan más planos sentados para despertar el semejo con la rugosa canción del despertador tangente que recuerdan a canciones de alameda y paz, y constantes de interruptores, de balijas de oxígeno en sentimiento nulo por las siete puñaladas de la chispa agujerada y pintada con chocolate y pus imaginario cruzando el contratiempo que imprime los doctores que dan el sexo al espacio polar de otra condensada de subida libre de la cortina que borra mil y dos partes del cuerpo, de la antónima cantina que aguarda teta y vicio y suficiente mantecol inexistente con esquilequias en el soy, en el jarrón de barandales que se cansan de quemar estrofas de erosión y llaves y ojos y horas secretas de las secreciones que se sienten masticando como caballos y peaches transparentes, y plegarias a favor del suficiente simple que pierde la consciencia para la vagina de tres plurales del simple deseo, del ojo en el espacio elástico, como crudo, como idiota, como el todavía que aparca las largas del inmutable que no finge la obsesiva vanidosa que pinta el escondite con diferencia para apartar el cielo sucio de extraños creídos rudos, regurguitos por la lúcida compra del futuro sin el mensaje de la bilis.