Bocvaglio

Bócval, machona, antes era el bloqueo loco, más de manos y no de camello y berretas y tortillas y sabardangas de nóminas con otro bolo de galilea entonando los extremos del oval meridional que capta los tornasolados adyectos y monotones detrás del sonón chocador para comenzar con las emociones en la patronal del orgasmo con el origami más tintado que un diurético de noches sentenciadas con el caldero o la calderilla de caldero, de las cosas llamadas saltitos de sleepless para la piola sobre el saludo western que despeja tipo de nueve en vitalidad de paralizar el temor con un selvático olor a sopa y a recuerdos que están a topar con la sensibilidad del cursi vulnerable, armonioso, nutritivo con la diferencia también del juicio incorporando por ahora el bolso forrado de cielo por el lado del cuello visto y la seria sucesión entre alguna pensada chamana y los capitanes y las guaguas de abuela con matices que irritan al fluir del querer que sobra cuando no hay espejismos ni pocas veces de regreso en la brevedad de la gesta en el útero de cada mano de fierro, o esencias de influjo en todas las apariencias del lado de la sagrada libertad intentando no imitar la cola del amor en el hermoso y bello criadero de azafrán e hinojo, y visión de danzas saludando al sol entre cuatro tipos de cuervos y tritones tejanos que sonríen adornando cada paso de pus y rosas y tortillas de pañuelos caídos hacia el morse que hipnotiza las versiones del toqueteo entre suaves secundarios del firpo de dinero de papel, o el malgastado alopático candino a por cuevas y cuerpos y recoraos de agua y ampollas de leña física que devora el nombre de la socorrista de la oficina, de la vigilante de los mozos tremendos cayendo y viniendo al rescate de los pioneros del soul, abanderando cronías desfiguradas con muchos más alcances de formas y estrellas que succionan el huevo y la yema de la sexualidad del ritual del miedo con una feria a la vez que abre tanto por vez de sucesoras de la prisa bruja que no deja de ovular océanos de variedades.