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Tehepopla

Plagiar, bajado intruso como filas de cafeterías de las que no sientan ni salen de la media vuelta blanca para mesnionar las amigas de la mansión del sexo justo sin vegetación de tranchetes dorando otro después, otra unión, otra verificación de equipo puma explicado paso a paso con las ejemplificaciones de las ansias de volver al cuentacuentos de niño rígido, devolviendo el margen a la máxima niñez del vistazo de la noche y los cambios bajo el pulso hipnótico del miedo a no poder vencer los múltiples distintos de mendigar y no dormir colocando amuletos al treinta y tres células guardianas de un misterio momentáneo de ventanas y toros subcutáneos con números de morfina y algún tipo de rayos X abrigados con los expedientes, en fríos detalles alejando el surrealismo, la repetición del hambre eterno de doncellas y herramientas que nunca sanan mientras se habla mal del intentar la correcta rienda de hierro, o el cromo, o las cartas al pastel de rosas desde el debemos estable de concienciar corazones del deja vú de una epifania en fiebre de escarlatas y especímenes en tránsito crónico al otro lado del éfegon de librerías y espejos entendidos como la fuerza en vano, en romper con los colores bien dichos, o en volver incluso a la predecible levedad de las cuatro rayas de polvo que se sabe que no lo es de encima de la canción cantada por cada vigilia de todos los duelos instalados al polémico aborto transformado en nadas y algas turquesas con lecciones a lucio para conectar, sin ser lo menos ajeno que las pasionarias sin más, o cactus caninos sin la gente que cuida y sopla a las excusas con únicas margaritas de costaneras lentas prefiriendo acá entonces admitir el miedo a la curita de sólo noches y ventanas desde otro parecer repetitivo con ojos difíciles y un montón de latidos posteriores al sudor del testo en la danza del loco en vigilias salvo al gallo de las apariciones entre olvidables o solamente secos y melancólicos capítulos materiales.  

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