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Mondsacht

Silenciador, detrás del tirador, de la percepción del tiro constante hacia el hígado moribundo de un mundo propio de idealismos y carteras y pausas y baterías de neblinas o papusas de reno, o enganches de arce, de hora, de terápia inmortal, como paseante de pegadilla y adicción al mundo propio de recordar el piropo de la epopeya sin aquella viveza vestida de trozo de idea colocada entremedio de una inición de cambios en tres de las muchas reseñas del tercer paradojal de ízdez, o de culos de arábicas para morder con asesinos y pan y caracolas desde otras intervenciones minúsculas de a tres lados del blanco para llegar imitando el debajo de la mitosis entendida como sedimientos de pájaros en el nido de algún papel de dedo guardado en el buzón de sugerencias, sólo para el derroche veloz del aliviado mensaje que provoca dejadez y distancias del físico onírico, de no entender la cuestión de lo tangible del problema inanimado; difinitivamente un principio, una vuelta a la tuerca, al latón de cinderellas que crenec jurando el perdón del pedro ximénez o de las supremas de merluza y principiante más fatal que la aleatoria moderación del beso de brotes que presienten una perfección al anticipado de afirmación y cuerpos encajados a la seta de saetas y algo mordedor de presa, o del certero uso de instantes como cabos de cebos y solubles vías de batallas tapando el horizonte destinado a poner claramente cuatro trizas de leña en el rebote sin abajar la cándida manada de maletas de charol o de saltos de cama vacíos de tanto amor, de tanto ingrediente que quiere comer lo exhausto, lo que busca asomar vulnerables acurrucados como brotes del golpe apuesto al cíclico con la mirada a la vida de negar el botón de las tormentas con los armatostes del destriado fuelle que despeja las posubles semillas del follar el congelador con varias prioidades de hablar con varas y cementos de la pregunta consumida.

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