Así no, pero Laforja 56 cuarto primera aunque se pierdan muchos detalles del vestíbulo antes de llegar a su cima, antes de las repeticiones y los pasos negados desde el parking de la esquina sin la carnicería que cultiva voces y puertas blindadas, ocultas, mini-bares ya inexistentes convertidos en murmullos azules o plateados, que erran y erran, y queman los vestidos de núvia, y se pierden al llegar a la casa, igual, abierta de memorias y movidas transparentes y sentimientos bellos llenos de ataúdes y altos cipreses color crema, y palabras grabadas, y besos de Marlene Dietrich, mortajas ambulantes, ráfagas de Chanel 5 solo en el baño principal, olores antiguos sin ningún recuerdo oral, la cocina con la harina de galleta que todavía no se reboza. Siempre lo hago yo, ella me deja pero no está. Se asombra cada instante de la casa, cada momento vivido, cada idea que busca la chica perfecta y luego no vuelve, se esfuma.
Así no, pero Laforja 56 cuarto primera aunque se pierdan muchos detalles del vestíbulo antes de llegar a su cima, antes de las repeticiones y los pasos negados desde el parking de la esquina sin la carnicería que cultiva voces y puertas blindadas, ocultas, mini-bares ya inexistentes convertidos en murmullos azules o plateados, que erran y erran, y queman los vestidos de núvia, y se pierden al llegar a la casa, igual, abierta de memorias y movidas transparentes y sentimientos bellos llenos de ataúdes y altos cipreses color crema, y palabras grabadas, y besos de Marlene Dietrich, mortajas ambulantes, ráfagas de Chanel 5 solo en el baño principal, olores antiguos sin ningún recuerdo oral, la cocina con la harina de galleta que todavía no se reboza. Siempre lo hago yo, ella me deja pero no está. Se asombra cada instante de la casa, cada momento vivido, cada idea que busca la chica perfecta y luego no vuelve, se esfuma.
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