
O de la sobremesa, o del desayuno que invitan pequeñas razones que no se despiertan ni cumplen normas y solo quieren cortar azúcares y cuellos altos sin alcohol ni cadenitas, ni compañias de bajo coste del máximo confort y, repetimos, de mínimo coste, a tan solo cincuenta céntimos totalmente desconcentrado, fuera de mi, fuera de los celos y envidias de celofán que todavía no se adaptan a la disminución, necesitan más, por eso lo sé que no, a hotsum. Y siguen calientes, con ganas de algo más para describir, para poner en el libro de los recuerdos vividos y experiencias que se escriben en el borrador, y se detectan los fallos mayores y se corrigen de inmediato antes que salgan las estupideces de la vida, del destino fatal y fructuoso que no produce nada, sólo reproduce angustias inglesas y mucho más, desconocido completamente, y sin pudor, ni sabor, ni roturas fecales que se encuentran dentro de la botija de mármol.
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